Esta semana, con motivo del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer que se conmemora cada año el 25 de noviembre, he estado reflexionando sobre este enorme desafío por el cual queda mucho por hacer.

La violencia contra la mujer es uno de los abusos contra los derechos humanos más prevalentes en el mundo. De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas destinada a fomentar el empoderamiento de la mujer y la igualdad de género (ONU Mujeres) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), 736 millones de mujeres han sido víctimas de violencia física y sexual alguna vez en sus vidas. Si esta cifra resulta alarmante, es aún más preocupante que con la pandemia por COVID-19 la situación de las mujeres ha empeorado a nivel global. Numerosos gobiernos han reportado el alza del número de llamadas a las líneas de emergencia, las cuales, según ONU Mujeres, se han quintuplicado en algunos países. Y, pese a que aún no contemos con un recuento oficial a esta escala, sabemos que el aumento de los casos de violencia es una tendencia general.

En el Perú, desde inicios del 2020 hasta septiembre del 2021, aproximadamente 203 mil mujeres, adolescentes y niñas han sido víctimas de violencia, según reporta el Programa Aurora del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables. En el mismo periodo, hubo 236 feminicidios y, en lo que va del presente año, más de 8,600 mujeres y niñas fueron reportadas como desaparecidas, según el Registro Nacional de Personas Desaparecidas (RENIPED) de la Policía Nacional del Perú. La experiencia de mi país no es tan lejana, pues la última encuesta nacional del Reino Unido reveló que 1.6 millones de mujeres han sufrido abuso doméstico hasta inicios del 2020, mientras que 207 mujeres fueron víctimas de feminicidio.

Ante esta realidad, urge reforzar las políticas públicas y acciones que apuntan a combatir la violencia desde su raíz. Para lograrlo, es necesario desterrar los estereotipos dañinos de género, es decir el conjunto de ideas y expectativas de lo que debe ser o hacer un “verdadero” hombre o una “verdadera” mujer. Estos estereotipos pueden contribuir a normalizar la violencia mediante el aval de las desigualdades y la cosificación del cuerpo femenino, y colocan a las mujeres en desventaja frente a los hombres en cuanto a derechos y oportunidades.

La mejor estrategia de prevención de la violencia es una estrategia de promoción de la igualdad de género. Existen varias estrategias, políticas y planes en el sector público peruano que contribuyen a este fin. Algunos cuentan con presupuesto para su implementación, otros no. Entre tantas necesidades puede ser difícil saber por dónde empezar o qué medidas priorizar. Las Agendas por un País con la Igualdad puede ser un buen punto de partida.

Estas agendas se impulsaron desde la sociedad civil, con apoyo del Jurado Nacional de Elecciones, la Mesa de Género de la Cooperación Internacional en el Perú (MesaGen) y otras instituciones internacionales en el marco de la campaña electoral del 2021. Contienen propuestas priorizadas de políticas públicas e iniciativas legislativas para lograr un mayor avance en los derechos de las mujeres en su diversidad, y por ende una mayor igualdad entre hombres y mujeres.

Entre las medidas propuestas por la Agenda Mujeres, resalto como particularmente necesaria la aplicación del enfoque de igualdad de género en las políticas públicas. Desde la Embajada Británica hemos implementado campañas de comunicación y talleres que desafían los estereotipos de género y apoyan la construcción de nuevas masculinidades para desaprender los roles de género. Estamos iniciando un proyecto de la mano con el Consorcio de Investigación Económica y Social (CIES) para capacitar a legisladoras y legisladores en la incorporación de un enfoque diferenciado en la elaboración de leyes.

La Agenda Mujeres también plantea como urgente la implementación de un Sistema Nacional de Cuidados –que ya está siendo abordado por el actual gobierno– para fomentar la participación y el empoderamiento económico de las mujeres. Este sistema debe ser complementando por una política de cierre de brechas salariales. Desde la Embajada Británica impulsamos particularmente la participación femenina en espacios laborales y académicos tradicionalmente dominados por hombres. Uno de estos espacios es la ciencia. El pasado 10 de noviembre se lanzó la Alianza “+ Mujeres y Niñas en Ciencia”, de la cual formamos parte, que busca alentar la inserción de niñas, adolescentes y mujeres en la ciencia, tecnología e investigación. También hemos apoyado iniciativas que buscan fomentar espacios laborales inclusivos y seguros para personas LGBT+.

Otro punto que me parece importante destacar de la Agenda Mujeres es la aplicación efectiva de medidas especiales para garantizar la participación política de las mujeres. Que las mujeres tengan un rol político prominente no solo es un requisito esencial para asegurar una democracia representativa, sino que también es importante porque significa incorporar en la elaboración de políticas públicas a las miradas y voces de un grupo vulnerable que representa el 50% de la población. Así, para la Embajada Británica ha sido prioritario impulsar la participación política de las mujeres y que ésta sea una experiencia libre de acoso y discriminación. A fin de acercarnos a este objetivo, colaboramos con la realización de talleres dirigidos a las alcaldesas de todo el país. A través de estos talleres he podido conocer los duros testimonios de alcaldesas y comprender mejor los obstáculos que enfrentan en el cumplimiento de sus funciones diarias por el mero hecho de ser mujeres.

Dado que los impactos de estas actividades son de mediano y largo plazo, en tanto implican cambios culturales profundos, es importante que continuemos reforzando el soporte a las víctimas de violencia y que aseguremos que los crímenes cometidos no queden impunes. En esta línea, la Agenda Mujeres pide fortalecer los servicios del sistema de justicia, junto con la ampliación en cobertura y la mejora de la atención para las víctimas, especialmente para casos de mujeres desaparecidas, y víctimas de trata y explotación. Mi Embajada ha buscado colaborar con estos objetivos a través de la capacitación a operadores de justicia encargados de atender a las víctimas de violencia doméstica en las regiones de Ayacucho y Apurímac, donde la prevalencia de este delito es alta. Siendo conscientes de los riesgos de las mujeres de ser víctimas de trata de personas, hemos realizado actividades de sensibilización y brindamos capacitación a funcionarios de Migraciones sobre este terrible crimen.

Actualmente, estamos asistiendo la implementación del primer centro multisectorial de atención para víctimas de violencia sexual en un hospital en Lima. El centro recoge la metodología de los llamados Sexual Assault Referral Centres (SARCs) del Reino Unido, los cuales procuran evitar la revictimización al integrar todos los servicios requeridos en un mismo lugar. Pronto lo estaremos presentando.

Nos enfrentamos a una tarea titánica, pero no imposible. Para continuar avanzando hacia la erradicación de la violencia de género y las desigualdades entre mujeres y hombres, es necesario dejar de exacerbar nuestras diferencias y, en su lugar, buscar lo que nos une y trabajar articuladamente en favor del cumplimiento de este objetivo. La lucha contra la violencia no debería tener color político ya que es una cuestión de derechos humanos.

Continuemos trabajando por ampliar la autonomía económica de las mujeres y por impulsar nuestra participación política y en puestos de liderazgo. Promovamos el respeto por los derechos sexuales, y el acceso a servicios sociales de calidad, sin discriminación por identidad étnica o de género, orientación sexual o condición social.

Las mujeres y niñas tenemos derecho a vivir una vida libre de violencia.

Actuemos todos desde los espacios que nos tocan. Porque #YaEsYa.